Sonó el timbre de final de clases, ya debíamos irnos a casa. Me había pasado toda la mañana embobado y ni siquiera había hablado con ella. Sentía que tenía que hacer algo... y tímidamente la saludé:
-¡Hola!
-Oh, Hola, pero ya nos vamos, ¿no debería ser un adiós? -dijo ella nerviosamente.
-Ya, es que... no he querido saludarte antes, por no molestarte. Pareces una chica simpática
-¡No me molestas! pero... ¿como puedes decir que soy simpática, si aun no me conoces?
-No me hace falta, tu rostro, tu mirada, expresa muchas cosas. Puedo equivocarme, pero nunca suelo fallar...
Mel comenzó a reír dulcemente
Seguíamos hablando mientras caminábamos hacía la salida...
-¿Sabes? al fin y al cabo me caes bien. Pero no me gusta que me hagan la pelota eh, te lo aviso -dijo Mel.
-No te hago la pelota, simplemente digo lo que pienso. Por cierto ¿Eres nueva por aquí?
-Creo que está bastante claro que si. -rió Mel -Pues mi padre y yo nos hemos venido a vivir aquí, porque le ofrecieron trabajo, pero bueno, estoy acostumbrada a ello, mi padre y yo nos hemos mudado muchas veces...
-Vale, pero ahora me tengo que ir a casa. ¡Hablamos pronto!
Se marchó lentamente desde la puerta del instituto, mientras yo me quedaba observándola, como si mis ojos se hubiesen concentrado en un punto fijo. Cuando ya se alejó y dio vuelta a la esquina, me puse a caminar, cuando me encontré con Rachel...
-¿Que galán te has vuelto no? -comenzó a reír Rachel -nunca te había visto así por una chica
-¿Yo? si ya ves, me cae simpática, nada más...
-Bueno, si quieres engañarte a ti mismo, allá tú, pero está claro que esa chica te ha cautivado...
-Que va, es una tontería ¿yo enamorado? ¡anda ya! bueno, me voy a casa, ya hablamos Rachel
-¡Adiós enamorado! -se marchaba Rachel riéndose a carcajadas
Me sorprende que Rachel sepa siempre lo que me ocurre. Me pregunto si sabía lo que me ocurría cuando ella me gustaba.
Caminé deprisa para saber que había pasado. Al llegar vi que sacaban a mi padre en camilla y mi madre llorando desesperadamente a su lado. ¡Me quedé paralizado! Y rápidamente le dije a mi madre:
-¡¡¡¿Qué ha pasado mamá?!!!
-¡A tu padre, que le ha dado un infarto! Me voy con él al hospital, tú quédate en casa. La comida está hecha.
-No, yo me voy con vosotros.
-No hijo, tú quédate en casa, hazme caso. Yo te llamaré para darte noticias.
Mis ojos lagrimosos, vieron como se llevaban a mi padre desvanecido y sin fuerzas. Nunca le había visto así, él es muy fuerte, y en esos duros momentos, le vi tan débil, que no pude evitar soltar unas lágrimas…
Vi marchar la ambulancia, y tras la mirada atónita de todos los vecinos que me daban ánimo, con las típicas frases que se suelen decir en estos casos:
-Tranquilo hijo, tu padre se pondrá bien.
-Si, no te preocupes, esto es una tontería ya lo verás…
Les dí las gracias y me metí dentro de casa. Me puse a comer tan solitario como nunca lo había hecho, pensativo y sin saber muy bien que hacer.
Necesitaba hablar con alguien. Me dispuse a coger el teléfono y llamé a casa de Rachel para saber si podíamos quedar, pero nadie me lo cogía. Seguramente habrían salido a comer fuera.
En un intento de desesperación, salí yo sólo de casa, para dar un paseo, despejarme y pensar. No podía quedarme allí encerrado, en una casa tan vacía, como nunca lo había estado.
No pude evitar, mientras caminaba, echarme a llorar, pensando en la situación de haber visto a mi madre llorando desconsoladamente y a mi padre tan débil…
Y no me di cuenta, pero me encontré con Mel y me vio llorando. Se me quedó mirando fijamente, ¡Me quería morir!, no quería que me viese así y ella me dijo:
-¿Qué te pasa?......